Ahhhh

Hoy te invito…

Queridos amigos y amigas, lectores en general. Hoy he pasado cinco minutos escuchando a una señora lo harta que estaba de todo en general. De los políticos, de sus andanzas y mangoneos, de lo caro que está todo, de los precios de la compra y de una lista interminable de cosas para citar aquí. Todo ello lo ha rematado cogiendo el libro de «Ambiciones y reflexiones», de Belén Esteban.

Los que me conocen bien saben que soy la antítesis de aquellos que hablan en posesión de la verdad más dogmática, de aquellos que, cada vez que abren la boca, adoctrinan.
Pero no puedo negaros que, esa especie de empatía que andaba yo entablando con aquella conversación ajena, se tornó en rabia al ver la literatura elegida. Cada uno es libre de leer lo que le dé la real gana, vaya eso por delante.
Pero uniéndome al sentimiento previo de esta desconocida dama, he experimentado ese mismo hartazgo. Y, a diferencia de mi estimada y desconocida compañera de instante «libreril», yo voz a moverme un poquito más para que mis palabras no se las lleve el viento.

Así que, harto de estar harto, os escribo lo que sigue…

Llevo escribiendo desde los 12 años, cuando el capricho de un destino que no sé si estaba perfilado de antemano, me arrebató de golpe y sin avisar el tesoro más preciado que cualquier niño puede tener a esa edad. Mi red, mi seguridad. Mi punto de referencia. Mi todo. Mi vida. Mi madre.

Escribir fue para mí una válvula de escape. Una necesidad (como lo sigue siendo hoy, 27 años después). Tras tantos años de letras, pensamientos y alma plasmados en folios, hace unos años conseguí publicar mi primer libro.
Y tras este otro. Y otro más. Y otro.
Ahora mismo me encuentro inmerso en la promoción de «El otoño llegó sin avisar», una novela de suspense e intriga, que aquellos que han leído definen como una novela de altísimo nivel, sin nada que envidiar a autores más conocidos, que no se puede dejar de leer y un largo etc…que llena mis baterías de escritor cada vez que lo releo o escucho.

Pero no puedo evitar que días como hoy me invada la desazón y la hartura. Ver que ese esfuerzo llega a donde llega y que en un país como este, pesa mucho más la calidad de los padrinos que la calidad de lo que se hace.
Perdonadme mi hartazgo. Perdonadme mi osadía de expresarme en estas líneas.
Agradecido a la señora anónima en cuestión que me ha dado un empujoncito para sentarme hoy delante del mac.

Y agradecido, como siempre, a todos los que estáis al otro lado de esta pantalla. Por todo lo que sois y lo que hacéis.

Gracias.

Reflejo

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Cinco Minutos

CINCO MINUTOS

– Abuelo, necesito preguntarte algo.

El abuelo se quedó contemplando a su nieta, esa nieta que casi sin avisar se había convertido en toda una mujer.

Llevas 35 años casado con la abuela. Y sigo viendo esa ilusión en vuestras miradas.
Veo cómo te mira mamá y el cariño con el que te trata siempre. Hay amigas mías que no se hablan con sus padres. Y padres que nunca van a ver a sus padres.

Has sido maestro durante 40 años y, cuando paseamos por el barrio, casi no podemos dar un paso sin que alguien se acerque a saludarte.

Y qué decirte de mi hermana y de mí. Cada vez que venimos a verte… Siempre estás ahí.

Abuelo lo que quiero decirte es…quiero decir… ¿cuál es el secreto?

El abuelo se mesó las barba con suavidad. Esbozó una ligera sonrisa y, señalando el reloj de su muñeca, dijo:

– Con tan solo 5 minutos.

Siempre has de tener cinco minutos.

Cinco minutos para escuchar.
Para reír.
Para sentir.
Para soñar.

Cinco minutos para dar importancia.
Para llorar.
Para mirar.
Para decir.

Cinco minutos que parezcan horas.
Para crecer.
Para creer.
Para amar.

Cinco minutos de compañía.
Para ser.
Para estar.
Para crear.

Solo cinco minutos.

Busca siempre 5 minutos para los demás.
Ellos, casi sin quererlo, te devolverán una vida entera.

Rafa Pérez Herrero

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Cualquiera

Pongamos que hablo de un día cualquiera.

De una ciudad cualquiera.

De un barrio cualquiera.

De una calle cualquiera.

De un bar cualquiera.

Pongamos que hablo de un barra cualquiera.

De una pareja cualquiera.

De un abrazo cualquiera.

De una caricia cualquiera.

De un beso cualquiera.

Una lágrima escurre por la mejilla.

No es una lágrima cualquiera…

Pongamos