Brillo

Aquella noche las estrellas tenían un brillo especial. No sabría definir con exactitud en qué consistía, pero su simple contemplación le transmitía una sensación de profunda calma.

Entonces, en un gesto que le pilló por sorpresa, ella rodeó su espalda con el brazo. Lentamente, casi sin rozar su cuerpo hasta el último instante. Quizá las estrellas brillaban con la misma intensidad de siempre, pero, en su memoria, aquella noche fue y será siempre la más brillante del universo.

Nada que temer…

Abrió los ojos por primera vez. Sus párpados eran nuevos.

Realmente todo era nuevo.

Acertó a mirar hacia abajo.

¡Madre mía!

Entonces cayó en la cuenta de que no había por qué preocuparse.

Podría estudiar lo que quisiera.

Tendría las mismas oportunidades.

No tendría que callarse si su opinión era tan válida como el resto.

Podría ponerse la falda que quisiera y la ropa que le pareciese oportuna.

No escucharía barbaridades en plena calle, ni volvería con miedo por las calles oscuras.

Se reconocería su valor y su trabajo y no se la miraría por encima del hombro.

Tendría el respeto de todos y jamás habría de temer porque nadie la levantaría la mano.

Porque en educación se hicieron bien las cosas.

Porque la sociedad entendió, afortunadamente, que debía dejar de mirar hacia otro lado.

No en vano, estábamos ya en el año…

(Ojalá y de una vez por todas podamos rellenar los dígitos. Entre todos, es posible.)