Ferias…

Ahora que se aproximan las ferias del libro y sus firmas con los lectores permitidme una reflexión.

Cuando dando un paseo por cualquiera de ellas, dudes entre acercarte o no a esa caseta en la que la fila de lectores no serpentea a lo largo de la calle, acércate.
Estamos allí para compartir con vosotros, para viajar con vosotros, para soñar con vosotros.
Creemos en lo que hacemos. Nos ilusionamos con lo que escribimos. Nos entregamos en las letras que imprimimos.

Créeme si te digo que hemos recibido más negativas que muchos y, paradójicamente, hasta nos alegramos si las recibimos.
Porque la tónica general es no recibir esa negativa. Lo más normal es no recibir respuesta.
Pero seguimos.
Porque amamos la literatura y nos apasiona sentir, soñar, crear, vivir…

Nuestra meta, al menos la mía, no es enriquecernos con la escritura.
Nuestra principal preocupación es conseguir llegar.
Que tengas nuestros libros entre tus manos. Que nos conozcas.
Sabemos de la valía del tiempo y por eso te agradecemos que lo emplees en nuestras creaciones, en nuestras almas con forma de letras.

Por eso, elimina tus dudas y avanza con paso firme. Conoce. Explora. Innova. Arriesga.
Y si te agrada difunde. Comparte. Da a conocer.

Ese escritor, que sonríe al otro lado de la caseta, te estará eternamente agradecido.

Rafa Pérez Herrero.

Semblante

Aquel hombre, de semblante serio y mirada perdida, reaccionó por un momento.
Sus preocupaciones habían bloqueado su capacidad de percibir.
Pero aquella carcajada, profunda, sonora, hizo que volviese por un instante en sí.

Contempló detenidamente aquella escena que tenía frente a sus ojos.
Le fascinó la vitalidad que desprendía. El desenfado. La capacidad de sentir.
Olvidó por un momento todos aquellos pensamientos que hasta hace un segundo ocupaban por completo su tiempo y su mente.

Observó aquel baile de movimientos armoniosos que tenía frente a él.
Aquel optimismo, que casi sin pretenderlo, envolvía todo.

Y sin darse cuenta, despegó los labios.

– Perdone. ¿Podría decirme su nombre?

Se acercó sigilosamente y pudo apreciar su cara. Su mirada. Su esencia.
Se sintió raramente reconfortado por una sensación algo extraña y placentera a la vez.
Y no pudo evitar decirse que aquella cara le resultaba conocida.
No podía definir con exactitud de qué o de cuándo.

Aquella figura se acercó aún más, cálida y pausadamente hasta susurrarle en el oído.

– Niñez, es mi nombre.

Rafa Pérez Herrero.

Cuando no reconoces la imagen que te devuelves.
Cuando la vida te sabe amarga.
Cuando el espejo te refleja una vida cargada de nostalgia.
Cuando cualquier tiempo pasado fue mejor.
Cuando la vida te pesa en la espalda…

Busca aire.
Rompe el espejo.
Crea un presente.
Mira a la vida a la cara, de frente.

Que es tuyo el aire que respiras.
Que no hace falta un espejo para tener imagen.
Que el presente lo escribes tú, aprendiendo del pasado y creyendo en el futuro.

Que la vida es un folio en blanco y tú sostienes el lápiz.

Tú. Eres tú.
Por encima de ti, tú.

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¡Qué grandes sois!

nº7

Cuenta un sabio

Cuenta aquel sabio que le vio morir de pena.

Comprendió que el tiempo no volvería.
Comprendió que era lo único que no recuperaría jamás.

Aquellas tardes en las que sus hijos quisieron jugar.
Aquellos besos para los que no tuvo tiempo.
Aquellas caricias que sus manos ocupadas no pudieron disfrutar.
Aquellas manecillas que nunca marcaron las horas para los dos.

Esas canciones que no pudo cantar porque su voz estaba al teléfono.
Esos bailes que nunca movieron sus pies.
Esas noches en que su lado de la cama estuvo vacío.
Esas mañanas sin amanecer acostado.

Cuenta aquel sabio que le vio morir de rabia.

Por aquellas conversaciones que fueron mudas.
Por aquellos recuerdos que quiso tener.
Por aquellos momentos que no sucedieron.
Por aquella vida que se olvidó vivir.

Cuenta aquel sabio que vio morir a aquel quien creía ser
para volver a nacer aquel que realmente era.

Cuenta aquel sabio, que en aquel preciso instante,
comprendió que la vida requiere tiempo.
Tiempo para sentir, soñar y vivir.

Rafa Pérez Herrero.

Eso es

Perseguir un sueño.
Sentir el aire fresco sobre la cara.
La lluvia caer sobre tus brazos.

La sonrisa sincera de quien de verdad te ama.
El hombro que se ofrece porque es amigo.
El aliento cuando necesitas impulso.

Las manos que te dejan caer,
cuando saben que aprenderás a levantarte.
Las noches a solas pensando en ayer.

La ilusión de aquello que esperas.
La desilusión que sirvió para saber.
La primera vez que te sentiste tú.

Ese escalón que se te resistió
cuando diste el primer paso.
Ese escalón que ahora ves más grande
pero que superarás con la misma firmeza.

Ese tenemos que hablar
cuando todo está ya dicho.

Esas mariposas en el estómago.
Ese no saber que quizá ya lo sabes.
Esas noches en vela.

Mirar atrás y sentirse satisfecho,
sin que tiemblen ni tus piernas ni tu voz.
Con la firmeza de la duda sentida.

Eso es vivir.